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“Sabía que tenía capacidad para ir a la Prefectura e ir por lo que me gustaba”

La aviación en las Fuerzas de Seguridad es una opción para aquellas mujeres que quieren volar, aunque aún falta un gran trabajo para que más lo vean como su futuro profesional, como cuenta Carolina Núñez, la primera mujer piloto en la Prefectura Naval Argentina.

La historia de Carolina Núñez, hoy oficial principal del Servicio de Aviación de la Prefectura Naval Argentina, no es solo la de la primera mujer piloto de la fuerza, sino también un ejemplo de perseverancia y tenacidad para alcanzar sus sueños. Hoy, cuando le ha tocado mostrar a otras mujeres que la aviación es también una carrera para ellas, les insiste en que no lo vean como el sueño de otra persona: “hacelo tuyo el sueño y metele lo que le tengas que meter” dice, con la misma pasión con que cuenta cómo llegó a volar y a cumplir lo que desde muy chica quería hacer, a pesar de que el camino no era nada fácil.

A diferencia de muchas de las que han llegado a la aviación, no viene de una familia aeronáutica, sino que desde chiquita, en su casa en Monte Grande, provincia de Buenos Aires, veía los aviones que pasaban sobre su casa cuando estaban en final para aterrizar en Ezeiza, “siempre veía esas bestias enormes y le decía a mi papá que quería ser piloto” recuerda Carolina y cuenta que cuando terminó la secundaria le recomendaron que ingrese a la Fuerza Aérea o sino a alguna de las Fuerzas de Seguridad. Junto a una amiga intentaron entrar en la Fuerza Aérea, pero no pudieron conseguir la carta de recomendación necesaria de algún oficial de la fuerza que las apadrine. “Ni chance, nosotras no teníamos nada. Mi papá albañil, mi mamá empleada doméstica”, y su situación tampoco le permitía pagar la carrera en el ámbito civil. “Así que nos fuimos a anotar a la facultad. Fuimos a la UBA, nos anotamos de contadoras públicas, porque mi colegio terminaba con esa orientación”, pero, mientras tanto, supo que podía ingresar en la Prefectura sin necesidad de una recomendación. Sin embargo, necesitaba la aprobación de su padre, que le dijo que no quería hijos ni médicos ni en las Fuerzas de Seguridad. “Él me tenía que firmar la autorización para ir a la Prefectura y no me la firmó. Entonces fui a la facultad, estudié para contadora pública, no me gustaba. Empecé a trabajar y al año siguiente le vuelvo a decir que me quiero anotar en la Prefectura, no me firmó el papel, me volví a anotar en la facultad, en administración de empresas. Al siguiente año le digo lo mismo, otra vez no me deja, voy a la facultad y me anoté en ingeniería química. Entonces cuando cumplo los 21 le digo a mi papa ‘yo ya no necesito tu permiso, te vengo a avisar que me voy a anotar en la Prefectura’ y me dice ‘bueno, ya no te puedo decir nada’. Entonces fui y me anoté. No me acuerdo si eran 250 o 350 mujeres. La vacante era para trece, entonces yo me estudié todo, me puse maestra particular” cuenta Carolina, quien logró estar dentro de las trece seleccionadas y en enero llegó a su casa la carta que le informaba que había sido aceptada, “pero mis papas no me la habían mostrado. Me llaman por teléfono de la Prefectura y me preguntan ‘¿recibiste la carta de que te aceptamos en Prefectura?’. Me re engrané, voy y le digo a mi mamá ‘mami ¿vos tenés una carta para mí?’ – ‘sí’. ellos me la habían escondido porque yo soy recontra ansiosa y me habían comprado todo lo que la carta decía, que tenía que llevar medias blancas, remeras blancas, short azul, overol. Mis papás fueron comprándome todas esas cosas y me iban a avisar más o menos sobre la fecha”.

Una vez dentro de la fuerza, debía estar entre los primeros diez al cabo de los tres años de la Escuela para poder ir al Servicio de Aviación como piloto. “Así que me esforcé durante los tres años en estudiar mucho y quedé séptima. El primer año, cuando me recibí de oficial, me destinaron a La Plata y al año pedí hacer el curso de piloto, porque tenemos que tener un año en alguna dependencia. Fui a rendir, nos toman un test de rapidez mental, la parte psicológica, nos hacen una entrevista para saber cómo somos, por qué queremos volar. Yo nunca había volado en un avión y entonces me dicen ‘¿y por qué querés ser piloto?’ – ‘Porque quiero volar’. Entonces, me acuerdo que nos entrevistaba el doctor y me dice ‘mirá, vos tenés que ser consciente que el 90 por ciento de las personas no quiere volar, le tiene miedo a volar, el otro nueve por ciento vuela porque es obligatorio, porque tiene que viajar. Y el otro uno por ciento son ustedes’. Y le digo ‘bueno, entonces yo soy parte de ese uno por ciento’”. Ese fue el inicio de su carrera como piloto, comenzando el curso de dos años, donde la parte técnica fue la más difícil, ya que no conocía de motores, electricidad y los demás temas. “Yo quería estudiar, pero tampoco me había apasionado por saber lo que era la historia de la aviación. Después sí, cuando entré a Prefectura me pica el bicho de empezar a buscar la historia…



Carolina Núñez en la cabina de uno de los CASA C-212-300 de la Prefectura Naval Argentina

- Claro vos querías volar, nada mas

- Yo quería volar. viste cuando la gente te dice “yo no sé qué auto es”, no te reconocen un Renault, un Ford, ellos saben que es un auto. Lo mismo me pasaba a mí, yo no sabía qué tipo de avión había, yo quería volar. Nosotros teníamos becados de Gendarmería y Penitenciaría, así que éramos diez y nos recibimos seis.

- ¿Y por qué elegiste Prefectura y no otra fuerza?

- Porque de todas las que me mostraron vi que la de mayor prestigio era Prefectura.

- ¿Y querías volar aviones? ¿O elegiste entre aviones y helicópteros?

- Si me daban entre aviones y helicópteros me daba exactamente lo mismo. Porque no era solo el hecho de volar, era el hecho de la esencia de la Prefectura. La prefectura rescata vidas humanas, yo no me iría a volar a una línea, porque no es la esencia de lo que a mí me apasiona. En Prefectura, no solo hacés lo que te gusta, porque tu oficina es un avión, que es lo mejor que te puede pasar en la ida, disfrutar de lo que trabajás, sino que nosotros estamos constantemente ayudando a la gente. Se hunde un barco y ellos dependen de nosotros, nuestra esencia es cuidar a la gente.

- Cuando hiciste el curso, ¿había otras mujeres?

- Fui la primera, yo era el bicho raro. Todos experimentaban conmigo. Yo igual siempre fui una persona que rápidamente me adapto al grupo, así que no tue problemas. Yo era un pibe más, a mi trátame exactamente igual que los demás, si me tenés que retar, retame, no tenía problema. Yo quería volar, tenía eso en mi cabeza, lo demás era un proceso.



Los CASA C-212 hoy siguen siendo los aviones más importantes de la fuerza, aunque la flota ha sido reforzada con dos Beech 350 Super King Air. Foto: Santiago Rivas.

- Una vez que terminaste ahí el curso ¿Cómo seguiste?

- En 2012 y 2013, yo hago el curso en el Piper que tenemos y después de que terminamos vamos a hacer la navegación de Buenos Aires a Posadas, Misiones, eran más o menos dos semanas haciendo carta y conociendo un poco las zonas de alta temperatura. Después los vuelos nocturnos y tenemos la entrega de alas. Al año empezamos a estudiar la parte teórica del CASA 212 y arrancamos a volar, son más o menos 16 periodos, de seguridad, emergencias, instrumental, la parte SAR, que es la esencia del CASA, una navegación y ya sos piloto.

- ¿La parte de bimotor la hiciste directamente en el CASA?

- Todo en el CASA. Empezás en un Piper chiquito y de repente viene esa bestia y decís ¿Qué hago acá? Pero es tan leal ese avión.

- ¿Siempre volaste desde san Fernando?

- Si, es que como mi marido es de Prefectura tiene que respetarse el tema de los 60 km.

- Y él está basado en Buenos Aires.

- Claro, este año me iba a tocar el traslado a Mar del Plata, pero como a él no se lo dan nos tenemos que quedar. Pero en algún momento me voy a ir a Mar del Plata porque el CASA está en Mar del Plata. Y la parte teórica del Beechcraft 350 la hice este año. Es todo digital, en el CASA es todo analógico, es una belleza. Si me tocara ir a Comodoro Rivadavia voy a volar ese. Cuando me toque hacer la parte práctica del Beech pasaría a volar los dos, porque en San Fernando tenemos los dos, en Comodoro Rivadavia tenemos solo Beechcraft y en Mar del Plata solo CASA.

- ¿En la fuerza hay más mujeres pilotos o seguís siendo la única?

- Vinieron bastantes a hacer el curso, pero las primeras clases son muy intensas, son dos meses de clases intensivas y después vienen dos semanas de final tras final. Hay chicas que vinieron y a la parte intensiva no llegaron a rendir porque no te podés llevar más de dos materias. Y hay chicas que han llegado a volar, pasaron la parte teórica y no les gustó. Así que tenemos una que está en Corrientes que vuela helicóptero y ahora está haciendo el curso una chica que ya volaba afuera, el papa es de Prefectura, es piloto y se ve que desde chiquita le compartió la pasión y ya desde los 16 años que vuela.



Para instrucción, la fuerza posee tres Piper PA-28. Foto: Santiago Rivas.

- Y tiene que aprender la parte de operaciones de búsqueda y rescate y patrulla.

- Claro, nosotros tenemos clases en las que los profesores nos enseñan toda la parte de búsqueda y rescate. La deriva, acorde al viento, acorde al agua, como tirar una bengala, cómo tirar una balsa. Nosotros llevamos la línea de mar en el CASA y en caso de tener que tirarla tenés que saber dónde la vas a tirar. Lo mismo hacemos lanzamiento de paracaidistas. Nos enseñan todo eso, la velocidad a la que tenés que ir al bajar la compuerta.

- ¿Cómo ves que haya cambiado el Servicio de Aviación, ahora que entraron mujeres?

- Yo creo que lo que más les costó fue cuando fui mamá, porque mientras estamos trabajando somos parte del equipo, no pasa nada. Pero imagínate que cuando me quedé embarazada dijeron “¿qué hacemos ahora? ¿la dejamos volar?”. Si ya era un bicho raro, embarazada… Pero no pasó nada, se respetó lo que dice la ANAC y yo estuve sin volar, cuando terminé la lactancia recuperé el vuelo y no tuve ningún problema.

En general, cuando llegué era como que todos te miraban y no te hablaban mucho, no sabían si decirte algo o no. Después, cuando te empezás a meter en el equipo y se dan cuenta de que sos una persona común y corriente, que no porque seas mujer sos otra cosa, y cuando uno genera la confianza también, no tuve ningún problema con nadie, todo lo contrario. La verdad que nunca tuve problemas en adaptarme y que el grupo se adapte a mí, tampoco abusé de mi condición de mujer. Siempre fui una más del grupo.

- Algunas chicas tienen miedo de cómo les puede afectar profesionalmente tener hijos ¿vos sentís que te afectó en lo profesional?

- Lo que te cuesta es la culpa cuando volvés a volar, porque volvés a hacer guardias. La culpa, que creo que les pasa a todas las madres en general, de tener que dejar al hijo cuando se van a trabajar. Tenemos que manejarlo, como tenemos un psiquiatra yo lo hablaba con él, que me daba mucha pena dejarla con dos o tres meses. Pero a todas nos pasó, es algo super manejable.

Otra cosa es que cuando ya tenés a la bebé, que en las fuerzas tenemos tres meses de licencia, te cuesta retomar la parte instrumental, es un tema que si le bajás un cachito te desadaptás. Cuando yo volví tuve que volver a rendir en el CASA por una cuestión de seguridad y fue remontar casi de cero. Cuando tenés todo ese backup en la cabeza lo tenés que sacar, pero no es difícil, es como cuando uno tiene que volver a andar en bicicleta.

Una vez que una es mamá entrás en otra etapa de la vida en la que vos querés que tu hija esté orgullosa de vos, entonces te esforzás el triple. No es difícil ser madre y mantener la profesión, pero hay que dedicarle tiempo de calidad a ambas cosas.

- ¿En el servicio de aviación hay otras chicas también, como mecánicos o en otras áreas?

- Nosotros tenemos mecánicos, no hace mucho que están en la parte del hangar, pero hay chicas que están en oficinas, que hicieron el curso de mecánico en aviación. En el hangar recién el año pasado, una chica que se llama Jessica Paredes fue la que dijo “yo soy mecánico y quiero ir al hangar”, así que fue la primera en romper el hielo e ir. Antes había tres chicas que estaban como mecánicos, antes de que yo llegue, pero una se fue a Posadas, otra se fue a las oficinas y otra se fue. Esas fueron las tres primeras chicas que entraron a la aviación como mecánicos, después entraron otras y hoy en día hay dos trabajando en el hangar y en el avión. Son como yo, no tienen problemas, se arremangan y se ensucian.

- ¿Le costó más a la fuerza aceptarlas o fue una cuestión de que no había necesidad de gente en el hangar?

- Yo creo que como venían con la cultura de que dejaban a las mecánicas en oficinas y no se quejaban. Pero cuando estas chicas dijeron “yo quiero ser mecánico y quiero trabajar en el avión”, les dijeron que sí. La capacidad se mide por lo que cada uno sabe, no porque seas hombre o mujer. Yo en el curso tengo chicas y chicos y las notas van al que más se esmera. Y la verdad es que a la gente le gusta lo que hace, entonces no tenés problema. Se meten, revisan el avión a pleno y decís ¿Por qué me preguntan tanto? Porque les encanta, les apasiona, entonces las chicas que están en el hangar bien merecido tienen su puesto.



Carolina Núñez junto al CASA C-212 que vuela actualmente desde el Aeropuerto de San Fernando, Buenos Aires.

- ¿Y han entrado más chicas?

- ¿Sabés cuál es el tema? Que no es que el servicio no quiera tomar mujeres, sino que no se presentan las chicas, no vienen oficiales mujeres para pilotos, no sé por qué. Por ahí que el varón es un poco más apasionado, está bien que en la escuela son muchos más los varones, pero no sé por qué no vienen.

También lo ven como una carrera cara, no cualquiera hace un curso de piloto afuera, una hora de vuelo es cara. Yo no me proyecté ser piloto civil jamás, porque sabía que mis condiciones no me daban, pero si sabía que tenía capacidad para ir a la Prefectura y poder ir por lo que me gustaba.

El año pasado tuvimos el evento de la Asociación Mujeres en la Aviación en Villa María y venían muchas chicas y nos decían que les gustaba la aviación, pero que lo veían desde afuera. Entonces les decía que estaba la posibilidad, que yo tampoco tenía la posibilidad de pagarlo, que entré a Prefectura, me esforcé por estar dentro de los diez primeros puestos y lo logré. O sea, no lo veas como el sueño de otra persona, hacelo tuyo el sueño y metele lo que le tengas que meter.

Cuando hice el curso en el INMAE de factores humanos en accidentes aéreos, empezás a conocer todo el mundo civil. A mí me mató una chica que era dermatóloga que metía cinco guardias en el mes para destinar esa plata para volar. Yo veía que las chicas constantemente hacían eso o hablaban con alguno que vuele en algún lugar y se iban. Una chica que vivía en La Plata se iba hasta General Rodríguez, se tomaba 20 colectivos, volaba una hora y se volvía. Es sacrificado pero el que quiere lo hace.

- Porque eso es algo que también se comunica poco.

- Correcto, las dos son sacrificadas, la aviación civil es sacrificada porque es cara y tenés que hacer un extra para eso, y la parte militar es sacrificada porque tenés que estar en el internado para hacerla. No es difícil ninguna de las dos, si querés en tu vida cumplir tu sueño de volar se puede hacer, pero hay que determinarse que cuesta y que hay un sacrificio. Pero cuando vos te ponés a pensar en lo que sale después es maravilloso.

- Es interesante mostrar que hay muchas opciones en el país para volar más allá del ámbito privado.

- Claro, tiene que ver con que por ahí uno no se informa en todo. Cuando uno es chico y quiere volar busca en lo civil. Y capaz que no se da cuenta o no sabe, porque uno piensa en Prefectura y que está en el agua. Pero las fuerzas tienen muchísimas funciones, Gendarmería también. Los helicópteros de ellos rescatan a la gente en las montañas. La gente que se está iniciando en la aviación tiene que saber que está la posibilidad de las fuerzas. Y todas las fuerzas federales y algunas provinciales tienen sus servicios de aviación, que son opciones también.

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