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Seis años de la tragedia del ARA “San Juan”, sin respuestas ni futuro

Por José Javier Díaz*


El 15 de noviembre del 2017 se produjo el trágico naufragio del Submarino ARA “San Juan”, en el que murieron sus 44 tripulantes. Desde entonces, la desidia y falta de visión estratégica de las autoridades políticas (de los poderes Ejecutivo y Legislativo) y militares (del Estado Mayor Conjunto y la Armada Argentina) se ha traducido en la carencia de no tener al menos un Submarino operativo para custodiar nuestro enorme y rico litoral marítimo, presionar ante la ilegítima ocupación británica en Malvinas y afirmar la tan declamada proyección antártica.


Corría el año 1916 y el entonces Capitán de Fragata Segundo Storni efectuó una disertación sobre la importancia de defender los intereses nacionales en el mar, en la que incluyó la necesidad de incorporar sumergibles a la Flota argentina.

Apenas un año más tarde, cuatro Oficiales de la Armada Argentina (ARA) viajaron a Estados Unidos para incorporarse a la flamante Escuela de Submarinos de New London, donde realizaron el segundo curso dictado allí, egresando entre los primeros puestos de una promoción integrada por 58 oficiales norteamericanos.



Aquellos primeros cuatro “submarinistas” argentinos tradujeron al castellano un importante estudio cedido por el Jefe del Servicio de Submarinos de la Armada estadounidense, en el que se esbozaba la política de dicha potencia en relación al uso de submarinos, la organización de las flotillas, bases, tipos de submarinos y características que debía tener una escuela para capacitar adecuadamente a los tripulantes.

En 1926 el Almirante Manuel Domecq García, entonces Ministro de Marina, impulsó la Ley de Renovación del Material Naval N° 11.378, que autorizó la compra de seis sumergibles y construir la infraestructura idónea para su reparación y mantenimiento en Mar del Plata.

El 12 de octubre de 1927 se firmó el contrato con un astillero italiano para construir los tres primeros sumergibles de la Armada Argentina, bautizados como ARA “Santa Fe”, ARA “Salta” y ARA “Santiago del Estero”.

Tras navegar con tripulación argentina más de 7.000 millas, casi sin escalas, durante 40 días, fueron recibidos por el Presidente de la Nación, Agustín P. Justo, y los altos mandos de la Armada Argentina. Posteriormente, el 3 de septiembre de 1933, con el arribo a la Base Naval Mar del Plata del guardacostas ARA “Belgrano” -buque madre de los sumergibles argentinos- se completaba la formación de la incipiente Fuerza de Submarinos de la Armada y, desde entonces, se toma esta fecha para celebrar el “Día del Submarinista” argentino.


La Guerra de Malvinas

El 2 de abril de 1982 las Fuerzas Armadas argentinas desembarcaron en Malvinas y recuperaron nuestra soberanía sobre dichos archipiélagos, tras casi 150 años de continuos reclamos diplomáticos ante la ilegítima usurpación británica.

Más allá del resultado del conflicto bélico con el Reino Unido, nos centraremos en analizar el rol de los submarinos (convencionales y nucleares) de ambos bandos, a fin de exponer las ventajas tácticas y estratégicas que aportaron este tipo de unidades a sus respectivos países.

No caben dudas de que los submarinos nucleares ingleses efectuaron un rápido despliegue (menos de la mitad del tiempo que requería un submarino convencional) desde Europa hasta la zona del conflicto y, gracias a su autonomía, pudieron mantenerse en su zona de patrulla (área de operaciones asignada) durante toda la guerra sin requerir apoyo logístico (ya fuera con escalas en puerto o reaprovisionando en alta mar) de combustible, víveres, etc.

Los submarinos nucleares le permitieron al Reino Unido desplegar fuerzas especiales en los archipiélagos australes y en la Patagonia argentina, ampliando la disuasión y libertad de maniobra del alto mando inglés.

Semanas antes de que el grueso de la flota inglesa arribara a Malvinas y su área de influencia, al menos tres submarinos británicos ya estaban en el Atlántico Sur, realizando tareas de inteligencia, reconocimiento, infiltración de comandos, seguimiento de la flota argentina, etc.



Por su parte, los submarinos convencionales que tenía la Argentina demostraron su sigilo y capacidad de ataque y evasión ante una flota moderna y especializada en la lucha antisubmarina como la inglesa, por entonces la tercera potencia militar del mundo.

Tanto el exitoso ataque del submarino inglés HMS “Conqueror” contra el crucero ARA “General Belgrano” así como los tres lanzamientos de torpedos que realizó el submarino ARA “San Luis” contra diversos buques de la flota británica, demostraron la supremacía del arma submarina en un enfrentamiento contra buques de superficie, incluso cuando éstos están fuertemente protegidos por fragatas y aeronaves (aviones y helicópteros) equipadas con sensores (sonoboyas y sonares activos y pasivos, de casco y calables; detectores de anomalías magnéticas; etc.) y sistemas de armas modernos (torpedos buscadores, minas, bombas de profundidad, etc.).

En la Guerra de Malvinas el submarino argentino ARA “San Luis” atacó a la flota inglesa en diversas oportunidades, pero -debido a fallas en el sistema de control tiro y los torpedos- no logró hundir buques enemigos. Pese a la ineficacia de los ataques, para el mando naval inglés la sola presencia del ARA “San Luis” representaba una amenaza concreta que era preciso eliminar, por lo cual se destinaron cuantiosos recursos (buques, aviones y helicópteros) a localizarlo y destruirlo, generando un gran esfuerzo -operativo, logístico, económico y militar- para la Fuerza de Tareas británica.

A esto hay que añadir el impacto negativo en los altos mandos y tripulaciones británicas, quienes sabían que podían ser atacadas por el submarino argentino en cualquier momento, lo cual afectaba su nivel de concentración, estrés y cansancio.


Importancia bélica de los submarinos

Tal como se ha expresado precedentemente, queda claro que los submarinos -ya sean nucleares o convencionales- incrementan notablemente el potencial militar de un país, tanto a nivel táctico como estratégico, y lo ideal sería tener ambos tipos de submarinos, ya que poseen cualidades técnicas y operacionales complementarias.

Si bien para el neófito no hay mayor diferencia entre un submarino nuclear (SSN) y uno convencional (SSK), la realidad es que se trata de dos tipos de buques muy distintos entre sí.

A grandes rasgos, un submarino nuclear requiere una tripulación mayor (dos a tres veces más tripulantes que un SSK); el submarino convencional tiene menores dimensiones, peso, firma acústica, magnética, etc., que un SSN; en prestaciones operativas el submarino nuclear posee mayor velocidad, autonomía, capacidad de proyección y de empleo bélico, aunque tiene más limitaciones en lo que hace maniobrabilidad y profundidad mínima para navegar en inmersión; los costos de adquisición, mantenimiento y operación de un submarino nuclear son muy superiores (dos a cinco veces) de lo que cuesta un SSK.



Postguerra, crisis y tragedia

Tras la derrota en Malvinas y la vuelta de la democracia, la dirigencia política argentina optó por aislar a los militares y reducir al máximo su presupuesto y nivel de injerencia en otros ámbitos que no fueran estrictamente castrenses.

Desde 1983 al presente, el presupuesto para la Defensa Nacional se ha ido reduciendo hasta casi una tercera parte del porcentaje del PBI que se asignaba hace cuatro décadas atrás.

Los últimos 40 años se han caracterizado por la disminución de efectivos de las FFAA, el cierre de unidades, la privatización y venta de la mayoría de las fábricas militares, la pérdida de capacidades por obsolescencia y desprogramación (sin reemplazo previo) de sistemas de armas (por ejemplo, los cazas Mirage, los aviones Boeing 707 de transporte estratégico y guerra electrónica, buques cazaminas y de desembarco anfibio, etc.), reducción del grado de alistamiento y adiestramiento, etc.

El ajuste presupuestario incrementó notablemente el grado de indefensión de la Nación Argentina, tornando imposible cumplir la misión constitucional de las FFAA respecto a vigilar y controlar el espacio aéreo, las fronteras y el litoral marítimo argentino.

La falta de fondos incrementó notablemente el riesgo patrimonial y de integridad física del personal militar que debía operar aeronaves, buques, tanques, vehículos y municiones superados tecnológicamente y con un alto nivel de fallas aleatorias debido a su vetustez, lo cual se verifica en los incidentes y accidentes que provocaron heridas y hasta la muerte a varios pilotos, soldados y marinos que trabajaban con sistemas de armas que tenían hasta medio siglo en servicio sin haber sido nunca modernizados.

El caso más notable de la desinversión requerida para modernizar los medios y mantener una adecuada instrucción/adiestramiento del personal militar tuvo lugar aquel fatídico 15 de noviembre del 2017, cuando se produjo la pérdida del Submarino ARA “San Juan” y sus 44 heroicos tripulantes. En tiempos más recientes, el trágico accidente de un camión del Ejército Argentino con casi 40 años en servicio se cobró la vida de varios jóvenes que juraron defender a la Patria.


El Comando de la Fuerza de Submarinos hoy

Desde la pérdida del ARA “San Juan”, el Comando de la Fuerza de Submarinos (COFS) de la Armada de la República Argentina (ARA) carece de -al menos- un submarino operativo.

Actualmente, la Armada Argentina tiene tres submarinos en dotación: ARA “Salta” (S-31) y ARA “San Luis” (S-32), ambos Clase 209; y ARA “Santa Cruz” (S-41), Clase TR-1700.

El S-31 está en la Base Naval Mar del Plata (BNMP) pero solo puede navegar en superficie, por lo cual se lo emplea para tareas de instrucción básica ya que no puede ir a inmersión.

El S-32 lleva décadas en las gradas del Astillero Almirante Storni (contiguo a la planta de TANDANOR en la Ciudad de Buenos Aires) a la espera de presupuesto para devolverle sus condiciones operativas, ostentando el lamentable mérito de ser el único submarino Clase 209 fuera de servicio por más de dos décadas debido a la falta de voluntad de la dirigencia política.

Finalmente, el S-41 también está inoperativo debido a que se le debían realizar tareas de mantenimiento al momento de la trágica pérdida de su gemelo ARA “San Juan”, por lo cual la conducción política del Ministerio de Defensa decidió no avanzar en su vuelta al servicio.



La imperiosa necesidad de nuevos submarinos

Teniendo en cuenta las últimas técnicas y tácticas de combate naval, las tendencias de los conflictos bélicos más recientes y el avance tecnológico, los próximos submarinos que deberá incorporar la Armada Argentina tendrían que satisfacer los siguientes requerimientos:

ü realizar patrullas de 45 días continuos en el mar como mínimo;

ü autonomía de al menos 5.000 millas náuticas sin reabastecimiento;

ü velocidad en inmersión mayor a 18 nudos y en superficie a 8 nudos;

ü profundidad en plano de inmersión superior a 250 metros;

ü contar con Sistema de Propulsión Independiente del Aire (AIP) y/o Diesel-Eléctrico;

ü capacidad para almacenar y lanzar al menos 18 torpedos de 533mm o una combinación con misiles antibuque y de crucero y minas navales;

ü tripulación entre 25 a 45 personas y alojamiento temporal para 8 a 15 efectivos de Fuerzas Especiales;

ü desplazamiento entre 1.500 y 3.000 toneladas;

ü contar con sonares pasivos y activos, radares de navegación y ataque, telémetro láser, cámaras infrarrojas y térmicas en periscopios, etc.;

ü baja tasa de indiscreción acústica/magnética/hidrodinámica.

El Ministerio de Defensa y la Armada Argentina han mantenido diversas negociaciones con astilleros de Alemania y Francia en los últimos años para concretar la adquisición de nuevos submarinos, priorizando la participación de la Industria Argentina en su construcción y mantenimiento.

En ese sentido, tanto los submarinos Scorpéne franceses como sus competidores alemanes, son excelentes plataformas que cumplen con los requisitos exigidos por nuestro país, con el agregado de que el modelo francés ya es utilizado por la Armada de Chile y Brasil, en tanto que el modelo alemán es una versión muy mejorada de los clase 209 que incorporó y opera la Armada Argentina desde mediados de la década de 1970 al presente.

Si bien la propuesta francesa es más atractiva en cuanto a su financiación, la oferta alemana tiene como principales beneficios el hecho de que se contaría con un submarino operativo en menor tiempo (el Clase 209 que dará de baja Brasil) y que implica una “continuidad” en términos de adaptación a esta nueva generación de submarinos.

Por otro lado, es loable que el Ministerio de Defensa haya solicitado a los oferentes dar la máxima participación a la industria argentina, para lo cual comunicó a sus pares de Francia y Alemania que será muy considerado el grado de transferencia tecnológica y la eventual construcción de los submarinos en el Astillero Almirante Storni que -junto a TANDANOR- integra el Complejo Industrial Naval Argentino (CINAR).

En ese orden, la actual gestión presidencial ha demostrado real interés en recuperar la capacidad del arma submarina, para lo cual la Armada Argentina ha realizado diversos estudios de factibilidad para reequipar el Comando de la Fuerza de Submarinos.

En ese orden, de todas las opciones técnicas y económicas analizadas hasta el presente, la Armada Argentina y el Ministerio de Defensa consideran que solo dos -las propuestas por Francia y Alemania- reúnen las condiciones de Aptitud, Factibilidad y Aceptabilidad (AFA) que podrían derivar en un contrato para la provisión de la próxima generación de submarinos.

Resulta obvio que la incorporación de submarinos nuevos demandará un proceso de varios años hasta que se concluya su construcción, pruebas de mar y aceptación formal por parte de la Armada Argentina. En ese sentido, la propuesta alemana tiene la ventaja de que el gap temporal sería cubierto con un upgrade de los U-209 que está desprogramando la Marina brasileña, permitiendo formar/adiestrar a los submarinistas argentinos en unidades propias en vez de submarinos de Perú y Brasil, como lo vienen haciendo desde el 2018 al presente.

Más allá de la mayor demora y costos que implica comprar submarinos nuevos, no caben dudas de que es la alternativa más eficiente en términos económicos y estratégica en cuanto a su valor militar y el impacto positivo que tendrá en la Industria Argentina, pública y privada.

Considerando que los recursos del Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF) no alcanzan por sí mismos para cubrir la erogación que demanda la compra de -al menos tres- nuevos submarinos, es de esperar que el Ministerio de Defensa argentino requiera una financiación de bajo interés y a largo plazo.

El aspecto económico-financiero de las ofertas recibidas debe ser bien evaluado y equilibrado respecto a las compensaciones industriales, la transferencia de tecnología y el grado de participación de las empresas locales -con TANDANOR, INVAP e IMPSA a la cabeza- de manera tal que se haga un uso inteligente y estratégico de los recursos presupuestarios, generando nuevos empleos de alta calificación, el dominio de técnicas y tecnologías complejas y sensitivas propias de la construcción de submarinos, etc.

Desde el punto de vista del Poder Militar, la compra de submarinos nuevos, en el estado del arte, implicará un salto cualitativo en las capacidades de la Armada Argentina, contribuyendo notablemente a la Estrategia de Defensa por Capas, provocando la detección y neutralización de las potenciales amenazas a nuestro país lo más lejos posible de nuestro territorio.



Conclusiones

En estos últimos 40 años de democracia, el factor común que han compartido los diversos gobiernos que han gobernado la Argentina ha sido la ignorancia, desidia y falta de responsabilidad en planificar y gestionar como una verdadera Política de Estado a la Defensa Nacional, generando la pérdida de capacidades militares por la baja/desprogramación de diversos sistemas de armas (cazas supersónicos, buques de desembarco y guerra de minas, transporte estratégico, submarinos, sistemas misilísticos de todo tipo, etc.).

Al desarme material/logístico se suma el éxodo de un alto porcentaje de los mejores profesionales (Oficiales y Suboficiales) que no se sienten reconocidos ni disponen de medios modernos y seguros para instruirse y adiestrarse correctamente, todo lo cual va en detrimento de la responsabilidad indelegable del Estado nacional de proveer a la Defensa Nacional para proteger los intereses vitales, la independencia, soberanía y riquezas que tiene la Argentina.

Cualquier persona que vea el mapa de la República Argentina o sepa que es el octavo país más grande del mundo, que su Zona Económica Exclusiva es una de las más extensas y ricas en biodiversidad, pesca, gas y petróleo, etc., se dará cuenta de la importancia que reviste disponer de una Armada cuyo despliegue, medios, alistamiento y adiestramiento estén en consonancia con las riquezas y amplitud de los espacios marítimos a vigilar y defender.

La tragedia del submarino ARA “San Juan” seguramente tuvo lugar a raíz de la falta de presupuesto para el correcto mantenimiento, modernización y adiestramiento operativo.

Es de esperar que, más pronto que tarde, el MINDEF formalice el contrato para incorporar al menos tres submarinos nuevos, de manera de contar permanentemente con uno operativo, ya que los otros estarán en condiciones de mantenimiento y/o instrucción de las tripulaciones.

Los submarinistas argentinos, que dedican sus vidas a custodiar nuestro Mar Argentino desde sus entrañas, merecen disponer de medios modernos para cumplir su misión.

A seis años de la trágica pérdida del Submarino ARA “San Juan” y sus 44 heroicos tripulantes, la Nación Argentina -a través de su Presidente y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas- debería honrar su memoria firmando el contrato para incorporar nuevos submarinos a la Armada Argentina.



* El autor fue Oficial del Cuerpo Comando de la Armada Argentina; es Licenciado en Administración, Master europeo y Magíster ITBA en Dirección Estratégica y Tecnológica; se desempeña como Consultor de Empresas y Organismos Gubernamentales



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