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Turquía refuerza su presencia militar en Siria, desafía a Israel y pone a prueba su relación con EEUU

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Por Ignacio Montes de Oca

 

Miles de soldados de Turquía entraron en Siria y comienza a formarse un nuevo escenario en el que el gobierno de Al Sharaa puede verse involucrado junto a las fuerzas de Erodgan en una ofensiva masiva contra los kurdos y en un enfrentamiento con Israel al mismo tiempo. El 8 de diciembre un convoy con tropas entró en Siria y se desplegó en las áreas de Manjib y al norte de Alepo. De inmediato se trabaron en combate con las Fuerzas Democráticas Sirias, la milicia mayoritariamente kurda, pero que además reúne a miembros de otras minorías sirias.

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El gobierno de Erdogan le dio un ultimátum al SDF: se ponen bajo el comando del ejército sirio o dejan las armas antes del 31 de diciembre o serán blanco de una ofensiva total contra la republica de Rojava, la zona autónoma kurda que controla el tercio noroeste de Siria. El gobierno sirio le prestó apoyo logístico, pero no fue parte de la ofensiva. Al Sharaa tiene una negociación paralela con el líder de las SDF, Mazloum Abdi, y un cronograma de asimilación que Turquía considera lento y permisivo. El problema es que el SDF no es una fuerza más.

Con 100.000 milicianos, el SDF logró en años recientes derrotar simultáneamente a las tropas de Al Assad, a las turcas con sus aliados sirios y al ISIS. Esa fuerza le permitió al Partido Unión Democrática que gobierna al Rojava sobrevivir a la guerra civil y luego al cambio de régimen. El 30% del ingreso de Rojava proviene de la explotación de los campos petroleros como el de Al-Omar, que produce unos 80.000 barriles diarios. La mayor fuente de empleo y el 70% de su actividad son las granjas comunitarias que explotan las tierras fértiles de ríos Tigris y Éufrates. Estas actividades, junto a la presencia de algunas industrias menores, le dan a Rojava autosuficiencia alimentaria y las rutas de exportación marginales de petróleo a través de Irak y Turquía le permiten una autonomía que se refuerza con una fuerza militar respetada por Damasco.

Hay también asistencia internacional porque los kurdos sirios forman parte de la Coalición Internacional contra el Estado Islámico y es aquí en donde el conflicto se vuelve internacional porque esa coalición es liderada por los EEUU, pero participan otros 15 países en sus actividades. En el año 2025 el Congreso de los EEUU le asignó U$S 156 millones al capítulo kurdo de la Coalición. Entre un 70% y un 80% es asistencia militar directa y el resto llega en forma de programas de entrenamiento y apoyo logístico. No es la única fuente de respaldo a los kurdos. La UE le destina parte de los € 439 millones enviados a Siria, lo mismo sucede con los £ 160 millones del Reino Unido, los € 50 millones que llegan directamente desde Francia y los € 200 millones que aportan el resto de los integrantes de la coalición, que además se reparten en Irak.


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El territorio kurdo de Irak es parte de la ecuación porque es por allí y fuera del control turco por donde sale gran parte del petróleo y entran la parte del comercio de la cual depende Rojava para subsistir. Esa retaguardia segura es otro problema para Erdogan porque queda fuera de su alcance.

Pero dentro de esa ayuda, y en particular en la que llega desde EEUU, hay una parte que se destina a mantener las prisiones de Al-Hasaka, Al-Shaddadi y un total de seis complejos penitenciarios en donde se alojan a 9.000 combatientes del ISIS hechos prisioneros en el pasado. EEUU destinó en 2025 al menos U$S 60 millones para operar estas prisiones y sostener los campos de refugiados de Al-Hol y Roj en donde viven 40.000 familiares de los prisioneros. Washington es el mayor contribuyente y paga incluso una parte de los sueldos de los guardias.


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El problema es que el ISIS dio señales de haber aumentado su actividad en la Siria post Al Assad y el SDF emplea entre 10.000 y 15.000 efectivos a mantener cautivos a los integristas. Una ofensiva turca podría requerir tropas de Rojava y debilitar la vigilancia sobre los presos. Ya hubo un recorte ordenado por Trump al disminuir las partidas del USAID destinadas también para ese propósito. Recordemos que por medio de su actual secretario de salud, Kennedy JR, había anunciado que estaba dispuesto a un retiro completo de las fuerzas de EEUU en Siria. La libertad de 9.000 combatientes del ISIS sería una catástrofe. Ese grupo integrista cuenta hoy con unos 1.500/3.000 combatientes activos en el valle del Éufrates, Idlib, Homas, Suwayda y Hama. Entre 2024 y 2025 pasaron de realizar 73 a 210 ataques en todo el territorio sirio.

No es el único problema en el horizonte. Al Sharaa quiere integrar los recursos petroleros controlados por los kurdos y diversificar su oferta alimentaria. La otra es la cuenca del Valle de Al-Ghab en el oeste, en donde existe presencia de grupos alauitas y grupos pro Al Assad activos.

Erdogan apura esa integración porque luego de la decisión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PPK) de renunciar al uso de las armas en mayo, Rojava quedó como un bastión de resistencia a la política turca de neutralización de la autonomía kurda en Siria y en Irak. Recordemos que la cuestión kurda fue la excusa de Erdogan para invadir y ocupar de manera permanente 10.000 km2 de territorios en el norte de Siria desde 2016, en donde realizó una limpieza étnica y un reemplazo forzado de la población kurda por otras etnias aliadas a Ankara.


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Al Sharaa no tiene margen para quejarse ni por esa ocupación ni por el ingreso de más tropas turcas en diciembre. Su gobierno depende de actuar bajo una regencia solapada de las tropas turcas que lo ayudaron parcialmente durante la ofensiva que llevó al HTS al tomar Damasco. La presencia de 20.000 soldados turcos en Siria, que incluyen una brigada acorazada, son un argumento importante para que Al Sharaa tenga menos margen para cuestionar las decisiones de Erdogan. Son a la vez su guardaespaldas contra sus enemigos y una amenaza ante posibles desvíos.

Al Sharaa pidió que a 30.000 miembros del Ejército Nacional Sirio que se desarmen tal como le demanda al SDF. La milicia creada y sostenida por Turquía aceptó la integración al ejército sirio, pero en la práctica la posterga y sigue actuando como auxiliar militar de los turcos. El dilema de Al Sharaa es claro: tiene 20.000 soldados turcos en su territorio, 30.000 hombres del ENS de lealtad dudosa integrados en sus filas y 100.000 milicianos de Rojava que resisten su asimilación. Los 200.000 soldados actuales del ejército sirio no le garantizan su autonomía.


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Turquía no presiona el desarme del ENS y sí el de las SDF, mientras impone su presencia permanente al ampliar la cantidad de bases en Siria. La mayor es la base Al Bab al norte de Alepo en donde estacionó 3.000 soldados, aviones F-16 y cientos de milicianos aliados del ENS. Cerca de allí está la base aérea de Minakh recientemente reforzada con nuevos radares para controlar el espacio aéreo sirio, un millar de tropas y drones. También envió drones Bayraktar y 2.000 soldados a la base aérea de Ras al-Ain en el noroeste cerca de la región de Rojava.

En la base de Tal Abyad instaló un centro logístico y de entrenamiento con 1.500 soldados y en las regiones de Afrin y Manjib, instaló puestos temporales contiguos a las zonas del SDF. En estas instalaciones concentró fuerzas del ENS para controlar las rutas estratégicas. Esa presencia militar permanente se va a ampliar en 2026 y ya comenzaron los trabajos para acondicionar las bases aéreas de Palmyra en la zona central y la T4 en Tyas, a 60 km al este. Turquía planea desplegar allí y más aviones F-16, drones y un gran centro de entrenamiento. El propósito oficial es usar esas bases y otra en Minnih para entrenar a 150.000 soldados sirios, lanzar acciones contra el ISIS y desplegar sistemas antiaéreos para proteger a Siria de ataques de terceros. Pero también tienen el objetivo obvio de servir para atacar a los kurdos.


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Al completar el despliegue previsto para 2026, Turquía tendrá un control territorial completo y una influencia decisiva sobre Al Sharaa, más aún si logra quitar de la ecuación a las fuerzas kurdas y sus aliados. Aun así, ese avance turco lo pone en rumbo de colisión con otras fuerzas. El nuevo gobierno de Damasco aún tiene que hacerles frente a unos 2.000 integrantes de las fuerzas fieles a Al Assad que operan en las zonas alauitas de Latakia, Tartús, Hama y Homs. Hay grupos como el liderado por Bassam Nasir al-Din que mantienen un vínculo con Teherán.

En el sur, los 2.000 miembros de las fuerzas tribales beduinas de Daraa y Suwayda están en conflicto permanente con los drusos y con las fuerzas de Damasco. Lo mismo sucede con los 5.000 drusos separatistas liderados por Hikmat al-Hijri, Hammoud al-Hinnawi y Youssef Jarbou.  A su vez, los separatistas drusos reciben apoyo de Israel, que también amplió su zona invadida en los Altos del Golán tras la caída de Al Assad y no oculta su intención de crear un estado títere en las provincias sureñas de Suwayda, Daraa y Quneitra. Israel es el otro actor clave de la trama.

Desde que Al Sharaa llegó a Damasco, Israel lanzó más de 1.000 ataques aéreos para evitar que el HTS tomara el control de los equipos militares del Ejército Sirio. Además de la invasión y el apoyo a los secesionistas, impuso una zona de restricción para el despliegue militar sirio. Israel rechaza la legitimidad de Al Sharaa como gobernante, a pesar de los ofrecimientos de Damasco de una tregua y de una posible integración a los Pactos de Abraham, condicionada a la devolución de los territorios invadidos en diciembre y el cese del apoyo a los separatistas drusos.


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Al Sharaa buscó el apoyo de Trump, que previamente lo reconoció como gobernante legal de Siria y con la mediación de los emires le concedió el levantamiento de todas las sanciones contra su país y lo sacó del listado de terroristas con pedido de captura del departamento de estado. Tom Barrack, embajador de EEUU en Turquía, le pidió a Israel en junio que cese sus bombardeos a Siria. El 10 de noviembre durante la visita de Al Sharaa a la Casa Blanca, Trump respaldó su pedido para que Israel salga de las zonas invadidas en diciembre y negocie con Damasco.

Netanyahu aceptó cesar los bombardeos, pero no levantó la zona de exclusión militar en el sur de Siria ni abandonó sus planes para lograr un estado tapón druso a expensas de una partición territorial siria. Menos aún retirarse de las zonas ocupadas de Siria en los Altos del Golán. En noviembre de 2024, Gideon Sa’ar, ministro de RREE se comunicó con Elham Ahmad, representante de Rojava, para expresarle su apoyo. Por ahora no hay indicios de asistencia militar israelí a los kurdos sirios, pero la idea es compartida por varias figuras de la política israelí.

Israel piensa en contrapesos y el respaldo a drusos y kurdos es natural en su estrategia de seguridad. Pero colisiona con la estrategia de Al Sharaa de unificar a las facciones bajo el mando de Damasco y el apoyo que recibe de Turquía, Qatar y otros emiratos para ese objetivo.

Trump comparte esta estrategia de unificación y sus negociadores trabajan para que el SDF se asimile al estado sirio. Si quiere alivianar o terminar su presencia en Siria, primero tiene que encontrar una fórmula que garantice que los prisioneros del ISIS queden bajo resguardo firme.

El gobierno de Israel ya estableció que su política estratégica es autónoma de las decisiones e intereses de su aliado estadounidense. Esto se explica porque el aumento de la presencia turca es vista por Netanyahu como un riesgo similar al que representan Irán y sus proxies. En septiembre y octubre Israel volvió a bombardear Siria y Al Sharaa tuvo que apelar otra vez a la mediación de Trump para frenar los ataques. En ese contexto, Netanyahu vetó la participación de tropas turcas en la fuerza internacional para intervenir en la Franja de Gaza. En noviembre, Netanyahu visitó las nuevas zonas ocupadas de Siria y dijo que se reservaban la prerrogativa de realizar una “acción independiente contra amenazas turcas” en referencia a su presencia en el país vecino. Netanyahu y Trump son amigos, pero no comparten criterios de seguridad.


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El problema para Israel es que Trump tiene más amigos y que su vínculo con Erdogan es cada vez mayor y con más intereses en común. Erdogan presionó con igual energía que las coronas sunitas para el levantamiento de las sanciones contra Siria y para redimir a Al Sharaa en Occidente. Pero también hay una coordinación entre Ankara y Washington para encaminar los conflictos entre Armenia y Azerbaiyán, para hallarle una salida a la invasión rusa a Ucrania y para encontrar una fórmula que contenga a los participantes de los conflictos de Gaza y el Líbano.

EEUU decidió desbloquear la venta de aviones F-35 a Turquía, una transacción que además de las dudas de anteriores ocupantes de la Casa Blanca, estaba reforzada por un veto de Israel. El acercamiento acelerado entre Trump y Erdogan es un dolor de cabeza para el gobierno israelí. Erdogan aspira a que Trump levante por completo las restricciones a la compra de armas de EEUU contenidas en el sistema CAATSA y al parecer ya logró destrabar el envío de repuestos y actualizaciones para sus aviones F-16, parte de los cuales están desplegados en bases sirias.

Israel ya mostró su intención de obstaculizar la presencia turca en siria. El 21 y 25 de marzo bombardeó la base T4 justo antes de la llegada de los zapadores turcos enviados para acondicionarla para que alberguen una guarnición, los mismos que ahora envía Ankara para ocuparla. El 2 y 3 de abril también bombardeó la base militar de Hama y destruyó su pista, torre de control y depósitos. En agosto destruyó sistemas de vigilancia turcos en Kiswa, al sur de Damasco, que de acuerdo con los militares israelíes fueron desplegados para espiar a sus fuerzas.

La belicosidad mutua entre Turquía e Israel no es solo retórica. Erdogan y Netanyahu se atacan públicamente a diario, y esto puede ser el prólogo de un enfrentamiento militar entre ambos países, que ya tiene demasiados antecedentes recientes y concretos. Veamos las consecuencias. Al Sharaa no tiene autonomía respecto a Turquía, que funciona de facto como una potencia ocupante en Siria. Pero ante un riesgo de nuevos ataques de Israel, de una invasión ampliada o la declaración de un estado druso independiente, no cuenta con medios propios para resistirse. Erdogan aprovecha esa circunstancia para ampliar su presencia en Siria y perseguir sus objetivos particulares: terminar con la autonomía de los kurdos sirios y por el otro acercarse a las fronteras de Israel y al núcleo del conflicto de Medio Oriente en los territorios palestinos.


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Que presione para la asimilación del SDF, pero use a las del ENS como respaldo de sus tropas es un modo de demostrarle al líder sirio que el control territorial y de las mayores fuerzas militares en Siria pasa primero por Ankara y que Damasco es solo un actor secundario. Un enfrentamiento con el SDF va a arrastrar al ejército sirio y sumergir al país en un conflicto interno que puede alejar los fondos de recuperación y debilitar políticamente a Al Sharaa, más allá de comprometer su idea de restauración de la soberanía o de unificación pacifica de facciones.

También corre el riesgo de un colapso del sistema penitenciario que contiene a los miles de combatientes del ISIS y contribuir a su resurgimiento. Esta preocupación es una fuente de desencuentro entre Erdogan y Trump, a la que se suman otros miembros de la coalición anti ISIS. Pero Erdogan juega con las necesidades de Trump. Sabe que lo requiere para resolver otros conflictos y para finalizar la presencia de sus tropas en Siria, un gasto y un compromiso que el actual presidente ya avisó en los tiempos en que era candidato que quiere clausurar.

Pero en la medida que Trump deja avanzar a Turquía más se indispone con su mayor aliado en la zona, Israel. Netanyahu ya le advirtió que el creciente peso estratégico de los turcos representa una amenaza existencial para Israel, tanto como lo es la amenaza de Irán y sus proxies. Israel sabe que, con la ayuda de Qatar, Erdogan está desplazando la influencia iraní en Hamas y que el debilitamiento de Hezbollah le permite aumentar su peso regional a expensas del reflujo iraní. El apoyo de sauditas, emiratíes y cataríes a Turquía influye en la postura de Trump.


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También, que en la reunión en noviembre entre Fidan y Araghchi, Turquía e Irán comenzaron a acercarse y a planear una visita de Erdogan a Teherán que marcaría un relanzamiento de las relaciones bilaterales, que desde hace décadas esta signada por enfrentamientos violentos. Erdogan también está anudando compromisos con el presidente interino de Irak, Mohammed Shia al-Sudani, para combatir a la insurgencia kurda y esto puede afectar a la retaguardia de Rojava. Los pactos se dieron en mayo, cuando Erdogan viajó tras 12 años de no visitar a Irak.

Estos movimientos explican tanto el nerviosismo israelí como sus esfuerzos por atacar al gobierno de Al Sharaa, al que consideran una pieza central del armado turco para Medio Oriente. Del otro lado, que el respaldo a los drusos y a los kurdos son una respuesta calculada. Lo mismo sucede con el apoyo que le dio en diciembre de 2024 Netanyahu a Putin para que Rusia mantenga su presencia en las bases en el puerto de Tartús y en la base aérea en Hmeimim/Latakia en territorio sirio. Ese apoyo público a Moscú aun resulta confuso para muchos. Sin embargo, muestra hasta qué punto Israel percibe la amenaza turca y que debilitar a Al Sharaa amerita apoyar al aliado de Irán. Disminuido por la Guerra de los 12 Días y con el asunto en Gaza contenido bajo presión, Irán y sus proxies son menos prioritarios que el avance turco.

Ahora, el ingreso de más tropas turcas y su asentamiento en bases en todo el territorio de Siria aumentan la tensión porque afianzan a Erdogan como un actor de poder creciente y con influencias en Washington, las capitales petroleras y en cada vez más estados de la región.

Israel ve como su alianza con EEUU se licúa al mezclarse con los intereses de países adversarios. También, que en el campo de las narrativas Erdogan avanza con éxito al presentar en las mesas diplomáticas a Netanyahu como el problema y a Turquía como la solución en Medio Oriente. El problema es que si Israel pierde peso político lo soluciona ganando terreno militar. Y al mismo tiempo, la tolerancia con Turquía le da permisos para hacer más avances. Los pactos que cierra Erdogan aumentan esa tolerancia y ese recurso no está disponible para Israel de momento. Esa fórmula no borra las acciones de unos y otros, que empeñan sus aparatos militares en una carrera en la que solo uno puede llegar a la meta indemne. El refuerzo de la presencia turca en Siria ahora obliga a Israel a decidir entre la confrontación o a variar su estrategia a la política.


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Y allí es donde reside el problema final y es que Netanyahu perdió la batalla de la Relaciones Públicas y su margen de maniobra, incluso en la Casa Blanca, es uno de los más bajos de su historia. Tener que aclarar su autonomía de EEUU es quizás la confesión de su soledad política. Le queda el recurso militar, que es probablemente lo que precisa Erdogan para justificar su presencia en Siria y en otros escenarios. Ser necesitado por Trump, miembro de la OTAN y la fase activa del sunismo le dan una ventaja que está dispuesto a aprovechar al máximo.

Pero si Israel acata el pedido de Trump para que cese su ataque en Siria, Israel perderá la oportunidad para frenar la presencia turca en su frontera y la eficacia de su aparato militar como argumento de cierre de disputas. Netanyahu está en un predicamento en extremo complicado.

Hay que esperar a los primeros días de 2026, cuando vence del ultimátum de los turcos a los kurdos. Ese día Erdogan confirmará que es el regente de Siria, ya sea porque inicie una ofensiva o logre que se unan a las fuerzas de Al Sharaa, con el método y tiempos que dicta Ankara. Esa apuesta podría derivar en una nueva fase de la guerra civil contra el SDF, que es un oponente serio incluso para el ejército turco y sus aliados. O podría hacer resurgir a los grupos del PPK y otras facciones kurdas que consideren que el abandono de las armas fue prematuro. En ese momento se iniciará la instalación definitiva de sus tropas en Siria e Israel tendrá que decidir si entra en un choque directo para evitarlo o si acepta que la jugada de Erdogan dio resultado. Sin aliados firmes, por ahora solo puede dar una respuesta militar para oponerse.

Las consecuencias laterales de una ofensiva turca en Siria son igual de peligrosos como podría ser una dispersión del virus del ISIS o una tensión con EEUU si considera que los riesgos de un avance turco son mayores que las ventajas de tenerlo como mediador de otros conflictos. En cualquier escenario, Erdogan está tensando al máximo las cuerdas en Medio Oriente. Su obsesión con los kurdos y con acelerar los tiempos del neo otomanismo harán eclosión en Siria en breve. Israel observa y calcula una respuesta. El resto de los actores, miran desde fuera.

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