En el marco del conflicto en Europa del Este donde el uso de este avión de ataque es intensivo, la FAP sigue adelante con su más importante y a la vez reservado proyecto de modernización tecnológica.
Por Lewis Mejía
El sol quema fuerte sobre la gruesa plataforma de parqueo de la base aérea “El Pato” en Talara, en uno de cuyos extremos aguarda un Sukhoi Su-25 recién salido de su refugio antibombas de concreto armado.
Se trata del ejemplar de matrícula FAP 071, el cuarto que ha superado el proceso de recuperación de un lote de diez aparatos que la Fuerza Aérea del Perú (FAP) encargó al Servicio de Mantenimiento (SEMAN Perú SAC), con la cooperación del fabricante, JSC Sukhoi Company.
Mientras un puñado de afanosos técnicos circula alrededor de la impresionante aeronave, culminando los preparativos para iniciar una nueva misión, adentro, en la estrecha cabina blindada con titanio, el joven piloto revisa el renovado tablero de control.
De pronto, este avión de ataque de fabricación rusa empieza a contribuir con el calentamiento global al encender sus dos potentes generadores Tumanski R-95SH, que rugen haciéndose sentir en esta ciudad portuaria de la costa norte peruana.
El cálido y agradable aroma a combustible de aviación en proceso de hacer funcionar a los turboreactores envuelve la zona; llega la orden de cerrar la capota y retirar la escalera, los suboficiales liberan los calzos de los neumáticos y la aeronave queda lista para volar.
Se aceleran los motores del ‘Frogfoot’ y a la señal de todo correcto y con los pulgares levantados del responsable del equipo técnico, el bombardero con pintura de dos tonos de gris y emblemas de baja visibilidad empieza a rodar hacia la pista principal para iniciar su carrera de despegue.
Ampliación de capacidades
El proyecto institucional de recuperación de los aviones de ataque Su-25 de la FAP empezó a alzar vuelo en el año 2014 con la firma del contrato con Rosoboronexport, el mismo que empezó a ejecutarse recién en el 2017 a causa de ciertos inconvenientes.
En el acuerdo se dispuso que el SEMAN Perú quedaba encargado de realizar el desmontaje, la revisión y el montaje final, así como de algunas otras labores específicas.
Por su parte, Sukhoi se hizo responsable de la reparación integral de los motores, de la aviónica y de los instrumentos en sus talleres ubicados tanto en Rusia como en Bielorusia.
La meta fue lograr la ampliación del recurso calendario de los motores, dejándoles en la condición de “cero kilómetro” para una vida operacional de 700 horas hasta su siguiente overhaul.
Todo eso para diez unidades, incluyendo seis Su-25 monoplazas y cuatro Su-25UB biplazas del lote fabricado por los soviéticos para su propia fuerza aérea, no en la versión “K” de exportación como dicen erróneamente algunas fuentes.
Hacía tiempo que las aeronaves necesitaban con urgencia de ese tratamiento, si tenemos en cuenta que fueron adquiridas de segunda mano en 1997, en cantidad de 18 ejemplares tomados del lote de excedentes de la aviación militar de Bielorrusia.
Los entonces novedosos vectores llegaron a tierras sudamericanas junto a una cantidad igual de interceptores MiG-29S ‘Fulcrum’, con los que iban a tener que operar coordinadamente para lograr la supremacía en y desde el aire.
La compra secreta de emergencia se llevó a cabo inmediatamente después del conflicto del Cenepa (1995), un teatro de operaciones selvático y montañoso que planteó serias dificultades a las unidades de combate de la FAP, basadas casi todas en la costa y entrenadas para accionar en tal escenario.
Con los ‘Frogfoot’ y ‘Fulcrum’ se buscó fortalecer las capacidades combativas de la FAP para que fuera capaz de afrontar exitosamente una guerra total planificada para el año 1998.
Si bien años después se pudo saber de millonarios actos de corrupción en esta negociación, resulta inevitable reconocer que con esa adquisición el Perú recuperó un alto nivel de poderío aéreo sin igual en casi toda América Latina.
La misión principal de los Su-25 iba a ser la destrucción de las formaciones de tanques y otros vehículos blindados ecuatorianos, la neutralización de sus sistemas de defensa aérea e instalaciones estratégicas, y brindar apoyo de fuego aéreo cercano al avance de las tropas peruanas.
Destinados a servir en el Grupo Aéreo No. 11 de Talara, con ellos se activó el Escuadrón Aéreo No. 112, para reforzar a los ya veteranos cazabombarderos Su-22 del Escuadrón Aéreo No. 111, también de origen soviético.
De esta manera, Talara se convirtió en “la más rusa” de las bases aéreas peruanas, pues también se disponía de radares y sistemas de misiles antiaéreos de mediano y corto alcance fabricados en la desaparecida URSS.
Proyecto en marcha
Para la concreción del proyecto de recuperación de la decena de Su-25 seleccionados, el gobierno destinó un presupuesto de 31.997.815,26 dólares americanos.
La inversión se divide entre la reparación de conjuntos mayores y accesorios, suministro de paracaídas de frenado, pirocartuchos, partes y repuestos, documentación técnica, y el overhaul de 20 motores.
En la fase preparatoria, fue necesario que los técnicos de la FAP y del SEMAN realicen una evaluación técnica a profundidad e ‘in situ’ de toda la flota, que llevaba su buen tiempo sin volar.
Luego de revisar máquina por máquina, se pudo escoger a las que mayor potencial de vida útil podían ofrecer, para luego ser desmontadas en los talleres aeronáuticos ubicados en el distrito limeño de Santiago de Surco.
A continuación, se dio lugar a una programación de trabajo que previó la entrega de un avión en el año 2018 (primero el FAP-070), tres en el 2019 (matrículas 085 y 083 y 071), cuatro en el 2020 (075, 077, 078 y 079), y dos en el 2021 (080 y 087).
Sin embargo, a la fecha este cronograma está retrasado por varias razones: primero, por la inestabilidad política en el gobierno de los últimos tres años; después, por la pandemia por la COVID-19 que paralizó al mundo.
Y ahora, por la seria crisis económica que ha elevado los presupuestos de casi todo debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, y que en el caso del Perú ya se siente en las calles.
Hasta el momento se puede confirmar que un Su-25 monoplaza fue entregado en el 2018, el segundo y el tercero, ambos biplazas, hicieron lo mismo en el 2019, el cuarto (monoplaza) se liberó a principios del 2020 y por ahora se esperan prontas noticias de la entrada al servicio del quinto ejemplar.
Según la prensa local, recientemente “la Federación Rusa comunicó que, no obstante la situación de guerra y las sanciones impuestas, se encuentra en condiciones de cumplir los contratos, e incluso está disponible para atender los requerimientos de las instituciones peruanas”.
Aún queda por ver si las restricciones económicas a la industria militar de Moscú van a afectar la provisión de los repuestos y otros componentes necesarios para avanzar con el proyecto.
Pero por ahora, la severa crisis mundial no es impedimento para la FAP y el SEMAN Perú, más bien siguen trabajando –es cierto que a baja velocidad- para alcanzar la meta establecida.
Principales acciones
El programa de recuperación de capacidades del Sukhoi Su-25 ‘hecho en casa’, que empezó siendo muy publicitado al demostrar el alto nivel de capacidad alcanzado por la aeronáutica militar peruana, ahora tiene muy poca difusión.
Por tal motivo, se desconocen sus detalles y acciones más trascendentes, salvo el momento de la entrega de las aeronaves ya reparadas vía informaciones muy acotadas en las redes sociales.
Sin embargo, se sabe que los principales trabajos consisten en una inspección especial bajo boletines técnicos diseñados para el proyecto por parte de Sukhoi, así como el desmontaje de todas las partes y accesorios para su revisión, y la reparación mayor de todos sus componentes para su posterior rearmado.
Esto, en la práctica, brindará la oportunidad de que las aeronaves puedan ampliar su vida útil calendario hasta los 35 años, en un escenario en el que los Su-25 peruanos no han consumido ni el 50% de sus horas de vuelo.
En ese marco, se enviaron diversos componentes a la planta de reparación de aeronaves Joint Stock Company (JSC) ‘558 Aircraft Repair Plant’ en la ciudad bielorrusa de Baranovichi, donde se concreta su reparación mayor.
Entre tanto, las tareas realizadas en el hangar 1001 del SEMAN Perú, a cargo de la primera etapa, fueron la inspección y reparación estructural, incluyendo la realización de pruebas de análisis dimensionales, pruebas no destructivas y reparaciones mayores estructurales, tratamiento anticorrosión, fabricación de piezas, además del montaje final, pruebas en tierra y en vuelo y pintado final.
Recordemos que este complejo industrial de la FAP dispone de amplias instalaciones, equipos, herramientas y sobre todo del personal de ingenieros y técnicos experimentados en sistemas de aviación ruso-soviéticos.
Allí se brindó mantenimiento integral a los Sukhoi Su-22 por décadas, incluyendo reparaciones de motor y estructurales, y algunas modernizaciones a nivel de los sistemas de comunicaciones, entre otros.
El SEMAN Perú también brinda servicios a aeronaves civiles de carga y pasajeros, y para ello posee las certificaciones internacionales del caso, tanto estadounidenses como europeas.
En el campo militar, uno de sus más recientes logros fue la coproducción del avión de entrenamiento KT-1P “Torito”, ambicioso programa con la empresa Korean Aerospace Industries (KAI) que dejó importantes enseñanzas.
Volviendo al contrato del Su-25 con Rusia, también significó llevar a cabo tres procesos ‘Offset’ en favor del contratante: capacitación en el extranjero de 20 especialistas peruanos, la transferencia tecnológica, y la entrega de un sistema para testear las diez aeronaves reparadas.
Mejoras puntuales
A los Su-25 reparados se les ha devuelto la capacidad de volar y realizar misiones de combate y, además, de la mano con lo anterior, también han recibido algunas mejoras puntuales.
Por ejemplo, se han renovado los equipos de comunicaciones (radios) originales de origen ruso, ya degradados por el paso del tiempo, por más nuevos sistemas de Rohde & Schwarz.
Los equipos de radioayuda para la navegación y el aterrizaje han sido mejorados, incorporándose un VOR (Very High Frequency Omnidirectional Range) de fabricación occidental, que complementa al sistema RSBN de origen oriental.
De esta manera se fortalecen las capacidades para interactuar con mayor seguridad en los aeródromos peruanos, que están dotados de este equipamiento occidental.
En el aspecto de mejoras para la navegación también hay buenas noticias, como la incorporación de un HSI (horizonte artificial) y un AHRS (sistema de referencia de actitud y rumbo), ambos de tecnología civil occidental.
Parte de estos dispositivos fueron presentados al público en el pabellón del SEMAN Perú ubicado dentro del Salón Internacional de Tecnología para la Defensa (SITDEF) en Lima, en el 2019.
Trayectoria importante
Ni bien llegó al Perú a finales de la década de los años 90, la flota de aviones de ataque se convirtió en una temible amenaza debido a su gran potencia de fuego y alto nivel de supervivencia en combate, sus conocidas prestaciones.
De hecho, fue uno de los instrumentos de “negociación” para que el vecino país se decidiera a aceptar el cierre definitivo del sector de la frontera común en disputa, cumpliendo con lo establecido en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942.
Acordada la paz, años después se puso en alerta para sumarse al esfuerzo del país frente a las bandas del narcotráfico, con la misión de interceptar a las avionetas que realizaban el tráfico vía la frontera con Brasil y Bolivia.
Por eso participó con aeronaves de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), en los ejercicios binacionales de interceptación aérea PER-COL en la zona de frontera común amazónica, aunque nunca se usó para un derribo.
Más tarde, y en varias oportunidades, la ciudadanía vio volar desplegando parte de sus capacidades en diversos eventos públicos desarrollados para fomentar el amor por la aviación.
Y ahora, luego de un periodo de descanso obligado por la falta de recursos para repuestos y otros dispositivos, el programa de la FAP con el SEMAN Perú ha despertado a los Su-25 para que puedan seguir dando más de sí.
Poco a poco, y siguiendo la huella dejada por sus notables antecesores, este avión se ha ido reposicionando como el vector de combate más capaz de la FAP desplegado en el norte peruano en el siglo XXI.
Su paulatina reincorporación ha hecho que se activen los cursos para la calificación operativa de nuevos pilotos de combate, que con los Sukhoi disponibles en marzo pasado realizaron su “primer vuelo solo”, tras una rigurosa instrucción en tierra.
Vigencia del sistema
Los formidables Su-25 han vuelto al protagonismo de los titulares noticiosos a nivel mundial, esta vez por el enfrentamiento entre Ucrania y Rusia donde dan fiera batalla cada uno para sus respectivas banderas.
“El Ministerio de Defensa de Rusia ha mostrado el trabajo operativo de los cazas Su-25 que destruyeron posiciones ucranianas camufladas. En las imágenes se puede ver cómo los pilotos preparan los aviones de ataque para el vuelo, luego despegan en parejas y vuelan a altitudes extremadamente bajas y a velocidades máximas hacia la zona de la misión de combate”, reseñó, por ejemplo, hace unos días la agencia de noticias Sputnik.
¿Se puede decir lo mismo de algún otro avión de combate de origen occidental que pudiera operar en un escenario tan desgastante e intenso como lo es esa campaña en el Este de Europa?
Tal vez sí, tal vez no. Pero mientras nos ponemos de acuerdo, en el Perú se alista la entrega del quinto ejemplar recuperado del sistema de armas Sukhoi Su-25, una aeronave que pese al tiempo transcurrido sigue ofreciendo un importante potencial en América del Sur para los próximos años.