Por Santiago Rivas
Desde que se conoció el avance en las negociaciones entre China y la Argentina por la posible compra de un lote inicial de una docena de aviones de combate JF-17 Block 3 Thunder, lo que, además, va junto a un avance en la presencia del país asiático en América Latina, el gobierno estadounidense comenzó a analizar la amenaza que para ellos significa que su hoy principal adversario empiece a ocupar espacios en lo que ellos llaman su “patio trasero”.
Ya desde 2020 comenzaron a oírse advertencias dentro del gobierno de Estados Unidos sobre la necesidad de mirar más de cerca el ingreso de China, y también de Rusia, en la región, por un lado, a través de su diplomacia sanitaria, por otro apoyando a gobiernos como las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua y, por otro, a través de inversiones y apoyo económico, haciendo lentamente ingresar a América Latina a lo que China llama la Iniciativa de la ruta de la seda.
Durante años, China comprendió bien dónde había fallado Estados Unidos en su política hacia América Latina: por un lado, participando abiertamente en la política interna de los países, apoyando golpes de estado y algunos dictadores. Por otro, en el área de defensa, las ventas o donaciones de material bélico estadounidense siempre fueron con capacidad de combate real muy limitada, en el intento del país del norte, en parte justificado, de no romper los equilibrios regionales, así como tampoco permitir que algún país de la región pueda convertirse en una amenaza para ellos. Fue una visión que, desde su punto de vista se puede entender, pero insostenible en el tiempo, por el resentimiento que fue generando hacia ellos en toda América Latina y que hoy es más que evidente.
En el caso de la Argentina, se sumó el embargo británico a toda venta de armas desde la Guerra de Malvinas en 1982, el cual por muchos años los británicos se esforzaron por negar y ocultar, pero que hoy ha quedado totalmente a la vista.
La dureza del embargo británico, junto al lobby ejercido, con el apoyo de corrientes políticas locales tanto socialistas como liberales, más las concurrentes crisis económicas, han llevado a la práctica destrucción de las Fuerzas Armadas Argentinas desde 1983. Las dificultades para comprar cualquier tipo de equipo moderno en occidente han puesto de manifiesto en los últimos dos años la realidad impuesta por Gran Bretaña, lo cual ha llevado desde entonces a que la Argentina salga a buscar proveedores no occidentales, principalmente Rusia y China.
Rusia hasta ahora no ha logrado hacer ofrecimientos de material que sean atractivos para la Argentina. En general se trata de material tecnológicamente superado o con costos operativos excesivamente altos, además del ya conocido y problemático soporte postventa.
Días atrás publicamos un reportaje sobre la propuesta rusa y tomamos conocimiento sobre cuál fue la oferta final por MiG-35, entregada pocos días atrás, la cual plantea que los aviones tienen un costo operativo incluso superior al estimado originalmente (2,5 veces el costo operativo de un JF-17) y la oferta de armamento y sensores fue bastante pobre en cantidad y calidad (como ya dijimos anteriormente, ni Rusia ni China venden sin restricciones). Así, la opción rusa para aviones de combate ya fue descartada, al plantear una plataforma cara de operar, que operan pocos países y que en equipamiento no permitiría un salto significativo en capacidades.
Cuando las negociaciones con China por el JF-17 comenzaron a tomar un ritmo más acelerado a comienzos de 2021, Estados Unidos empezó a inquietarse y se acercó a la Fuerza Aérea Argentina para ver cómo ellos podían ofrecer el nuevo avión de combate y sacar a China del negocio. Las primeras tratativas, en febrero, fueron por F/A-18C y D Hornet, pero el alto costo operativo y el hecho de que hoy solo hay una flota reducida de los mismos y pronto serán reemplazados, lleva a plantearse el interrogante de la posible falta de repuestos en un mediano plazo, teniendo en cuenta que la FAA planea operar el nuevo avión por no menos de 20 años.
En mayo, cuando el Jefe del Estado Mayor General de la FAA, brigadier Xavier Isaac, viajó a Estados Unidos, se tocó el tema de la posibilidad de la venta de F-16C y D, más, al menos un Boeing KC-135E Stratotanker para poder reabastecerlos. Este último fue descartado, por su antigüedad y no estar modernizado y se solicitó que se ofrezca un modelo más moderno, con una mayor vida útil por delante y menores costos operativos.
En el caso de los F-16, la FAA se comprometió a entregar, antes de fin de 2021, una carta de requerimiento (Letter of Requirement, LOR), con todo lo que desea incorporar en cuanto a versión del avión, equipamiento, armamento, sensores, etc.
Estados Unidos comprende que el embargo es un problema
El 3 de agosto pasado, el US Senate Armed Services Committee del congreso estadounidense entrevistó a la teniente general Laura Richardson del US Army para aprobar su candidatura a ser la comandante del US Southern Command (SOUTHCOM), la cual fue finalmente aceptada, reemplazando al almirante Craig Faller.
Durante dicha entrevista, el senador Mark Kelly le consultó sobre su opinión sobre la posible compra del JF-17 por parte de la Argentina y destacó el problema que genera el embargo británico y que fuerza a la Argentina a acercarse a China. Kelly trazó ante Richardson un panorama de la decadencia de la aviación de combate argentina desde la baja de los Mirage en 2015, pero también de los distintos intentos de la Argentina de comprar aviones de combate en occidente y que fueron vetados por Gran Bretaña. Así, le preguntó a Richardson cómo podía Estados Unidos ofrecer material a la Argentina para impedir la compra de JF-17 y que a la vez se pueda sortear el embargo británico.
Richardson respondió que, de ser elegida, trabajaría con el Departamento de Estado de los EE. UU. y con “nuestros sistemas de Ventas Militares Extranjeras (FMS) y de Financiamiento Militar Extranjero (FMF)” para ayudar a Argentina a encontrar una solución a las necesidades de la FAA que evite que “el equipo militar chino esté en el área de operaciones [del SOUTHCOM]”.
En estas declaraciones hay un punto fundamental a destacar y es la cita del posible uso del sistema FMF, que permite financiar la venta, lo cual hasta ahora solo ha estado reservado para aliados muy cercanos y nunca fue puesto a disposición de las naciones latinoamericanas. Este planteo demuestra el fuerte interés de Estados Unidos por proveer a la Argentina de aviones de combate y evitar como sea posible la entrada de China en dicho mercado.
Otro punto importante de la consulta del senador Kelly y la exposición de Richardson es el reconocimiento explícito de Estados Unidos de la existencia del (negado por Gran Bretaña) embargo británico, y el planteo de que esa situación hoy, lejos de traer un beneficio, ya que la Argentina hoy no plantea ninguna acción bélica para recuperar Malvinas, genera la mucho más importante amenaza para los intereses estadounidenses de la entrada de China como proveedor de armas de primera línea de América Latina.
¿Qué puede ofrecer Estados Unidos?
A pesar de lo trascendido en algunos medios, no hubo hasta ahora ninguna oferta por parte de Estados Unidos, ya que se espera la entrega de la LOR por parte de la Argentina, tras lo cual el país del norte analizará si acepta todo, parte o nada de lo que la FAA pida.
La FAA apunta a poder obtener aviones de los bloques 50 o 52, eventualmente bloques 40 o 42, lo cual no tendría mayores inconvenientes, pero sí puede haber fuertes limitaciones en cuanto al armamento y algunos sensores. En este punto Estados Unidos debe hacer frente a la disyuntiva de mantener su política de entregas limitadas de armas a América Latina, como ha mantenido con todos los países, pero que puede ser poco atractiva para la Argentina frente a una oferta muy amplia y con menos limitaciones que hizo China.
Si bien la información sobre cantidad y tipos de armas ofrecida por China es reservada, la oferta fue bastante atractiva para la FAA y le permitiría dar un salto cualitativo y cuantitativo muy grande, poniéndola prácticamente al nivel de las fuerzas más poderosas de la región. Por lo tanto, una oferta pobre en ese sentido por parte de Estados Unidos podría significar el rechazo por parte de la FAA y que se continúe con la opción china.
La Argentina apunta a obtener al menos un lote de misiles AMRAAM, además de aumentar la cantidad de Sidewinder en su inventario, así como armas aire-superficie guiadas, pods de reconocimiento, selección de blancos y guiado de armas y sistemas de guerra electrónica y autoprotección. El punto es que, si se va a ir por la opción estadounidense, el salto en capacidades que ésta permita sea similar al que se puede dar con la opción china. Si Estados Unidos aceptara proveer lo que la Argentina pide y además ofrece un esquema de financiación a través de FMF, la oferta de ellos sería muy tentadora, ya que se suma el hecho de que la FAA ya tiene mucha experiencia empleando material estadounidense, se conoce bien el soporte postventa y el modo de empleo de sus sistemas, y hay buena relación entre las fuerzas, entre otros factores.
China o Gran Bretaña
Por otro lado, si Estados Unidos acepta proveer una cantidad importante de equipos y sensores, se encontrará con las protestas y el fuerte lobby británico. En ese punto, va a pesar no solo la astucia de los lobistas de cada país, sino el peso que Estados Unidos considere que tiene el argumento británico de una posible amenaza argentina en Malvinas con la amenaza que es para Estados Unidos una entrada fuerte de China en América Latina y la posibilidad de que la Argentina se convierta en la cabeza de playa de los chinos.
Esta última posibilidad, en el marco de una creciente tensión global entre China y Estados Unidos (y entre China y Gran Bretaña), debería tener mucho más peso que el obsoleto argumento británico (sostenido firmemente por sus fuerzas armadas para justificar aumentos de presupuesto o evitar su reducción). Incluso para Gran Bretaña hoy, como planteamos anteriormente su empecinamiento contra la Argentina les puede ser muy contraproducente. Una Argentina aliada de China no solo podría reequiparse militarmente sin que Gran Bretaña pueda tener control, sino que, en un escenario de enfrentamiento China-Occidente, a los primeros les puede resultar muy conveniente aumentar la tensión en el Atlántico Sur para desviar la atención de las áreas alrededor de China. Además, la Argentina, especialmente su extremo sur, puede ser la cabeza de puente china para su presencia antártica.
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