Es cierto que es momento de pensar en actuar con lo que hoy tenemos y no quedarnos en la queja de lo que se podría hacer con las capacidades que hemos perdido a lo largo de los años. Pero también es cierto que lo urgente no debe tapar lo importante. Estamos en un momento en el que se debe sacar el mayor provecho de lo que el estado tiene para ayudar a la población y hacer frente a la pandemia, donde se nota la falta de inversión que hubo en las Fuerzas Armadas desde 1983 hasta la actualidad, que redunda en una menor capacidad de acción para poder cumplir con los habitantes.
Qué distinto sería si pudiéramos enfrentar el virus y la crisis que vive el país si el Ejército tuviera todas sus unidades plenamente equipadas, con más camiones, más cocinas de campaña, más aeronaves operativas, más hospitales de campaña. Si la Fuerza Aérea tuviera capacidad de transporte estratégico para traer al país a todos los argentinos que quedaron varados en el mundo y para mover muchos más equipos, medicamentos y otros insumos a través del país. Si la Armada tuviera más capacidad para apoyar las comunidades costeras y todo a lo largo del país con unidades de Infantería de Marina y de la Aviación Naval. Solamente si se tuviera la capacidad que tenía hace 25 años.
Hoy, gran parte de esas capacidades se han perdido o están en su mínima expresión. Regimientos con poco personal y material antiguo y con poca operatividad, unidades aéreas con solo un par de aeronaves operativas, una Armada sin aviones de transporte y poca capacidad de buques logísticos. Hoy, es la voluntad y la vocación del personal militar la que hace milagros, logrando resultados con lo poco que hay, mucho más allá de lo que parecía imaginable. Pero la voluntad no puede ir más allá de lo que el material le permite.
En el corto plazo, en los meses que durará el pico de la pandemia, es poco lo que se puede hacer, más que asignar presupuesto para recuperar camiones, aeronaves, buques y demás elementos indispensables para asistir a la población. Pero es ahora donde hay que empezar a pensar en el futuro. Primero, porque no sabemos hasta cuándo durará la emergencia ni si habrá nuevos picos en el futuro que obliguen a situaciones parecidas. Ya sabemos que el virus es una realidad que estará con nosotros para siempre, y que no es simplemente una gripe, sino que es mucho más serio y mortal. Ya sabemos que, cuando la enfermedad golpea, son las Fuerzas Armadas unas de las instituciones vitales para sostener al país, junto a médicos y Fuerzas de Seguridad, entre otras. Desde la alimentación de los sectores más vulnerables hasta el traslado de equipos esenciales por todo el territorio nacional y la repatriación de argentinos que no han podido volver al país, son las Fuerzas Armadas las que llevan gran parte del peso del esfuerzo.
También, hoy hemos visto la necesidad imperiosa de no haber perdido lo que dejamos que se pierda, por no demandar al sector político un mayor presupuesto para la defensa y una adecuada modernización de las fuerzas, para hacerlas acordes a la realidad.
Por muchos años, muchos argentinos pensaron que las Fuerzas Armadas están solo para la guerra y que, sin guerra, son innecesarias. Hoy muchos de ellos hacen la fila para que el Ejército o la Armada les dé de comer o imploran que un Hercules de la Fuerza Aérea los traiga de regreso al país.
Si la Fuerza Aérea Argentina tuviera una capacidad como la que tuvo cuando operaba cinco Boeing 707, hoy se podrían haber repatriado todos los argentinos varados en el mundo, y en solo cuestión de un par de semanas. Si el Ejército contara con la misma capacidad logística que hace 30 o 40 años, hoy serían muchísimos miles más las personas pobres que no sufrirían la desesperación de no saber qué podrán comer cada día, ya que habría capacidad de asistirlos. Si se hubiera reemplazado el ARA Bahía Paraíso, hoy la Armada tendría dos buques que puedan ser convertidos fácilmente en buques hospital, como se hizo en la Guerra de Malvinas, y así poder asistir en ciudades portuarias.
Sin embargo, los proyectos para recuperar esas capacidades hace años que vienen juntando polvo en reparticiones públicas, olvidados por un congreso que miró con resentimiento a las Fuerzas Armadas. Y eso porque nunca se supo separar a la institución de aquellos miembros que cometieron errores, y porque lo ideológico primó por sobre el interés nacional (que no es más que el interés por salvaguardar la vida y los intereses de los ciudadanos).
Es un momento para que empecemos a pensar en el después, en desarrollar planes de corto, mediano y largo plazo para recuperar capacidades, para que saquemos del olvido y del abandono a nuestras Fuerzas Armadas y entendamos de una vez qué tan importantes son. Que no es solo ante el enemigo visible que tienen su razón de ser, sino para defender a la sociedad ante todo aquello que la ponga en riesgo.
Hoy se debe pensar primero en poner en servicio todo el material que se pueda de aquello que está fuera de servicio y en capacitar más personal para su uso.
Pero, a la vez, se deben empezar a pensar planes de recuperación de capacidades, primero con lo que se pueda hacer en el corto plazo (nuevos camiones, cocinas y hospitales de campaña, más vehículos ligeros, aeronaves que se puedan conseguir de segunda mano para paliar las necesidades más urgentes, etc.) y dar luz verde a proyectos de largo plazo, como la incorporación de aviones de transporte estratégico, la construcción de un nuevo buque polar que pueda servir como buque hospital, la renovación de los vehículos de transporte, etc.
En la Argentina estamos siempre demasiado enfocados en lo urgente, porque vivimos de crisis en crisis, pero debemos entender que eso es así en gran parte porque siempre postergamos lo importante, el largo plazo. Hace años que dejamos de tener un rumbo definido, porque no sabemos hacia dónde queremos ir, y eso es causa de muchas de nuestras crisis o de que, cuando éstas llegan, como ahora, no estemos debidamente preparados y debamos apelar al ingenio, la improvisación y a sacar el máximo provecho de lo poco que nos queda. Es fundamental comprender que pensar en el largo plazo, mientras se resuelve lo urgente, no solo es posible, sino que es esencial para no volver a pasar por lo mismo.
Esta crisis debe ser el punto de inflexión para que empecemos a resolver los problemas estructurales del país e incluir entre aquellas cuestiones esenciales a resolver a la recuperación de las Fuerzas Armadas. Hoy no pueden quedarle dudas a nadie de su importancia.
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