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Una historia de la Operación Jaque

Por Santiago Rivas


El 2 de julio de 2008, el Ejército de Colombia realizó una de las más espectaculares operaciones de rescate de rehenes en la historia, cuando, gracias a un impecable trabajo de engaño, lograron convencer a los cabecillas del 1º frente de las FARC de que, a través de un helicóptero Mi-17 de una ONG, se realizaría el traslado de quince secuestrados hasta el campamento de los líderes de la organización terrorista. Así se logró, sin disparar un solo tiro, no solo la liberación de los quince secuestrados, entre los que se incluía la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, sino también la captura de los dos jefes del frente.

Entre los liberados, se destacó el por entonces, teniente Raimundo Malagón, del Ejército de Colombia, que había sido secuestrado diez años antes, quien, sin saber que estaba siendo rescatado, aprovechó la cámara de quien simulaba ser un periodista del canal Telesur, para enviar un mensaje sobre la realidad de los secuestrados, el cual fue una dramática muestra del calvario vivido durante una década. Tuvimos la oportunidad de conocer al ahora coronel Malagón y escuchar su historia durante los diez años en que vivió en cautiverio en manos de los terroristas, así como su recuerdo sobre el momento del rescate y su regreso a la libertad. Además, en la próxima edición de la revista digital Pucará publicaremos la historia completa de la operación, con la entrevista exclusiva al piloto del helicóptero.



Raimundo Malagón, ya con el grado de capitán luego de su liberación, durante la entrevista.

¿Cómo fue secuestrado?

Yo fui secuestrado el 4 de agosto de 1998 en una localidad de uno de los departamentos del sur occidente de Colombia. En ese entonces la situación de nuestras fuerzas militares no era la mejor desafortunadamente, no tenía la tecnología ni el apoyo aéreo ni la cantidad de hombres que las Fuerzas Militares tienen hoy en día, particularmente el Ejército. Estuve secuestrado durante diez años, padeciendo todo tipo de flajelo, condiciones infrahumanas, hay pruebas testimoniales como las alambradas de púas, verdaderos campos de concentración propios de la Segunda Guerra Mundial.

Mi secuestro lo he calificado en tres etapas, la primera es cuando los guerrilleros empiezan a secuestrar soldados y policías utilizando los cilindros bomba, unos cilindros rudimentarios que carecen de puntería y son prohibidos por el derecho internacional humanitario para armas letales. Hacen ese secuestro y empiezan a llevar a los secuestrados atados del cuello, amarrándolos a árboles con sogas de nylon. Fue una etapa de dos a tres años y los guerrilleros se dan cuenta de que no era un método seguro para ellos y optaron por construir los campos de concentración. Nos tuvieron durante meses y años en estado de hacinamiento, privados de todo tipo de comodidades y atención médica, violando los protocolos de Ginebra para guerra no convencional.

Éramos bastantes los secuestrados en estado de hacinamiento.

Y viene la otra etapa, que son las cadenas de la infamia, gruesas cadenas con candados que los guerrilleros ataban del cuello a árboles a los secuestrados. Muchas veces ataban a los secuestrados de a dos para poder hacer sus necesidades, caminar con el morral en medio de la selva.



El Mi-17 empleado en el rescate, mientras era pintado con un esquema civil para simular que era de una ONG.


¿Cómo fueron los últimos tiempos hasta la operación Jaque?

Esas fueron diferentes etapas que se vivieron. En el año 2001 los guerrilleros entregan un grupo de policías y soldados y los pretendía cambiar por guerrilleros legítimamente encarcelados. Viendo que no fue posible para ellos cumplir sus pretensiones comienzan a secuestrar a políticos y extranjeros. Hubo una cantidad de senadores, representantes en la cámara, ex candidatos presidenciales y tres contratistas norteamericanos que estuvieron casi seis años privados de su libertad y atados a cadenas igual que estábamos los soldados y policías.

Después de tantos vejámenes y atropellos, viendo la muerte cerca, porque cada vez que había un operativo militar que podía poner en posibilidades de libertad a los secuestrados, los guerrilleros tomaban represalias o hacían amenazas de muerte, buscaban cualquier excusa para podernos asesinar, como sucedió con el ex gobernador de Antioquia o un grupo de diputados de Cali. Nosotros estábamos lejos de padecer esa misma suerte, por fortuna el 2 de julio de 2008 una inteligente operación planeada y ejecutada por inteligencia militar y el Ejército Nacional logra traer con vida a quince secuestrados: seis soldados, cinco policías, tres estadounidenses e Ingrid Betancourt.



El Mi-17 fue acompañado por otro pintado igual, que no aterrizó, y desde el que se tomaron fotos y videos de la operación.


¿Cómo fue su vida como secuestrado?

Uno como secuestrado nunca pierde la esperanza de su sueño, que es recuperar la libertad y como soldado siempre tiene uno esa esperanza de que algún día las tropas regulares de nuestro ejército logren retornarlo a la libertad, pero yo mismo lo decía con algunos compañeros, que, si tenemos que dar la vida por esta causa de la Constitución y la democracia lo haremos, y nunca perdimos la esperanza de ser rescatados. De hecho, en las marchas forzadas, cuando nos hacían trasladarnos de un campamento a otro, siempre me hacía falta una cosa y eso era el fusil del ejército, lo extrañé durante todo ese tiempo. Porque equipo teníamos, era el morral que los bandidos nos daban, pero faltaba algo y siempre tenía la esperanza de ver un soldado y cuando llegaba a algún campamento siempre estaba pendiente si veía un soldado para guiarlo y conducirlo hacia la operación de rescate.


¿Alguna vez tuvieron las Fuerzas armadas cerca?

Si, siempre, sobre todo en los últimos años tuvimos presencia relativamente cerca, sobre todo con la tecnología, de ahí que los bandidos optaron por quitarnos los medios de comunicación. Hubo un momento en que nosotros teníamos radios que las familias nos enviaban, los bandidos nos suministraban las pilas, teníamos que escuchar bien bajito, pero llegó un carcelero, alias Martín Sombra, que ahora está detenido, vino y nos quitó los radios. Algunos, por reacción fuerte, preferimos romperlos, pisoteándolos o golpeándolos contra los árboles antes de que los tengan los bandidos. Luego, de tanto rogar nos prestaban uno para 8 o 15 personas y tocaba escuchar a muy bajo volumen. Sí tuvimos en varias ocasiones helicópteros cerca, para nosotros felices porque sabíamos que podían venir a rescatarnos, pero había una desventaja que era que los secuestradores nos iban a asesinar. Tuvimos varias veces oportunidades en que los guerrilleros tenían su plan que era asesinarnos. La orden de la secretaría de las FARC era asesinarnos antes de dejar que las tropas regulares del Ejército nos rescataran. De hecho, hubo una versión que decía que los guerrilleros colocaban a los guerrilleros de escudos humanos y en efecto eso era real, a los tres ciudadanos norteamericanos los tenía el Mono Jojoy (apodo de Alfonso Cano, cabecilla de las FARC) en un sitio denominado La Macarena, que era un fortín, un lugar donde permanecía con su seguridad y después de rotos los diálogos se los llevó y los tenía cerca, a 500 metros, de tal manera que si venían a capturar al Mono Jojoy tenían que asesinarlos. Lo mismo sucedía con nosotros, tenían cinco guerrilleros con cada secuestrado para asesinarnos. Siempre era uno con la cadena atrás, otro arriba. La orden era no dar combate, asesinar al secuestrado y fugarse.



Momento de la liberación, aún a bordo del helicóptero. Malagón se ve abajo a la izquierda, con bigotes. Detrás, uno de los estadounidenses liberados, junto a un tripulante del helicóptero.


¿Cómo era la relación entre los secuestrados?

Entre los mismos secuestrados la convivencia es muy difícil. En esas condiciones, en principio, cuando se reunía un grupo de secuestrados venía la camaradería, los saludos, eso hay que agradecerlo, cuando a mí me reúnen con un grupo de secuestrados que eran oficiales y suboficiales, cuando liberan a los soldados, nos reúnen a los cuadros, llegué a un grupo y me atendieron muy bien, lo mismo hacíamos nosotros, cuando llegaba un grupo nuevo. Pero ya el hacinamiento, el caos, la decepción, hace que indudablemente surjan problemas, sobre todo la sensibilización, uno se vuelve sensible y reacio a cualquier cosa. Los guerrilleros jugaban mucho con la presión psicológica a los secuestrados. Si éramos un grupo de ocho traían seis rollos de papel higiénico o cinco jabones y defiéndanse como puedan, para que se pelearan. Y ellos mismos se encargaban en meter psicología al grupo para que pelearan y hubiera caos.


Yendo a la operación, ¿qué les dijeron desde las Farc cuando los iban a trasladar?

Eso es algo muy hermoso, que sin lugar a dudas llevará uno siempre en su mente, porque fueron diez años de secuestro y un buen día le dicen usted está rescatado, es un contraste muy grande. Pero le voy a contar cómo fue la situación de la operación Jaque cuatro semanas antes.

Un día, los cabecillas de las FARC que tenían secuestrados tres grupos, seguramente les dieron la orden César (apodo de Gerardo Ramírez, jefe del 1º frente de las FARC) y Gafas (apodo del terrorista Alexander Farfán) de mover a los secuestrados y empezamos a movernos días y noches por caminos agrestes, durmiendo a la intemperie en situaciones adversas y complicadas, y pasamos noches enteras caminando hasta que llegamos a las casi tres semanas a un río grande, ahí nos espera un grupo de guerrilleros nuevos y seguimos dos días aguas arriba para el sitio de reunión. En un momento nos reúnen a los tres grupos, un poco distantes, pero ya había comunicación y es una sorpresa volver a ver a los tres grupos de secuestrados. Estuvimos una semana y dos días antes del rescate llegaron César y Gafas, que son los que capturaron, y nos dicen que habrá una comisión humanitaria que nos iba a ver, que habrá servicio médico, que escriban cartas, todo menos que iba a ser un rescate militar, menos aún que fuera por aire, a nadie se le cruzó por la cabeza que fueran helicópteros los que venían, tanto es así que en el momento del rescate cuando uno escucha el ruido del helicóptero piensa que es una operación militar, entonces todo el mundo asustado, salvo algunos guerrilleros que ya sabían, los comandantes, nos calmaron.

Ya reunidos, un día llega César y Gafas, y el día anterior al rescate aparece nuevamente César con gente nueva y nos dice que trajéramos pendientes para las pruebas de supervivencia. Inteligencia militar le hizo creer a César que estaba hablando con el Mono Jojoy. Fue una operación de engaño tan perfecta que los dos terroristas creían que todo lo que les decían era verdad. Estaban totalmente convencidos de que iban a ir del sitio donde fue el rescate a un lugar en donde se iban a encontrar con Alfonso Cano, que estaba asumiendo la comandancia de las FARC porque Tirofijo (apodo de Manuel Marulanda, histórico cabecilla de las FARC) había muerto hacía unos meses, en marzo de ese año. Supuestamente esa misión nos iba a tomar fotos. Lo triste era pensar que los bandidos nos llevan, nos muestran al mundo y nos vuelven a traer a ponernos las cadenas. Por eso mis palabras del teniente Malagón del glorioso ejército nacional, porque era indignación porque si era una misión humanitaria lejos de nosotros está de pensar que era un rescate, si nos ponen esposas no viene de parte del estado. Esas, mis palabras son el fiel reflejo del sentir de un soldado, es la demostración clara a la guerrilla de que a pesar de tanto atropello y vejamen, tanta violación de los derechos humanos y demás circunstancias, jamás lograron vencer las convicciones de un soldados, vencer mi voluntad de lucha.



Raimundo Malagón junto al helicóptero en el que recuperó su libertad. Foto: Santiago Rivas.


¿Qué pasa hasta que se enteran que era un rescate?

Algunos opusimos resistencia a subir, al pensar que no era una misión de parte del estado. Sin embargo, cuando subimos al helicóptero e inteligencia militar había analizado los perfiles de cada uno, los tiempos secuestrados, el carácter y nos ubicaron en ese orden en los helicópteros y habían analizado cuál era el lugar más factible de neutralizar a los terroristas, porque subían los dos. Uno de los agentes de inteligencia logró persuadir a César de que entregue el arma. Gafas la entregó cuando vio el aviso de no portar armas. César la traía más camuflada y el hombre le dijo, por favor, yo te la guardo, y el tipo terminó entregándola y ahí vino la estrategia de neutralizarlos de un instante al otro y alguien de la misión dice “Somos tropas del Ejército Nacional, están libres” y cuesta trabajo al principio aceptar esa situación. Fue una euforia total, es una emoción indescriptible, hay que vivirlo, sentir esa sensación única. Se imagina estar muerto, en el purgatorio, en el limbo. Yo siempre decía ‘si alguna vez salgo es al paraíso y si muero me quedo aquí en el mismo infierno’. Y Dios nos ha dado esa oportunidad y gracias a nuestros hombres de inteligencia, los verdaderos héroes de esta historia son los que arriesgaron sus vidas para ir a recuperarnos. Fue una sensación indescriptible. Un suboficial que se tocaba la cabeza y el rostro bañado en lágrimas no podía entender qué estaba sucediendo y varias veces le preguntaba a otro oficial que estaba al lado “¿es verdad que estamos libres?” muchas veces.


¿Cómo fue el reencuentro con la familia?

Una vez que retomamos la libertad sin dudas que fue un contraste para nosotros y las familias. Ellos no sabían nada. Después de vivir diez años, en esos diez años a uno se le estanca el mundo. Si bien uno tenía algo de conocimiento a través de los mensajes que la familia le enviaba, hay cosas que uno desconocía, como la tecnología. Yo sabía que tenía familiares nuevos, que no conocía, sobrinos que no conocía, o los que uno dejó de adolescente y ya son adultos. Me impresionó mucho ver cómo en diez años cambia la gente, vi a mis hermanos más envejecidos. También la ciudad cambiada, Bogotá no tenía el Transmilenio. Las modas, también no sabía qué era el Bluetooth, internet recién empezaba, Facebook no existía, los celulares eran enormes. Esas cosas fueron un contraste, volver a utilizar tarjetas de crédito y débito.

El Ejército, producto de otras liberaciones en años anteriores ya había tenido experiencia de cómo manejar ese tema y la Operación Jaque fue tan perfecta que había un equipo de médicos y psicólogos dispuestos para nosotros. Luego tuve la oportunidad de ir a Francia por intermedio de Ingrid Betancourt, fuimos tres, y yo hice dos especializaciones, una en estudios de América Latina y otra en gestión y resolución de conflictos en la Sorbona. Aprendí nuevos idiomas, viajé y eso fue una de las principales herramientas para la recuperación. Luego escribí mi libro, las cadenas de la infamia. En esos tiempos conocí a quien hoy es mi mujer y en 2014 nos casamos.


¿Mantuvo relación con los rescatistas y los secuestrados?

Mantengo contacto con dos de los rescatistas y nos encontramos periódicamente, también con los demás secuestrados, si bien no tenemos contacto muy seguido, sí hay algo que nos une que es ese mismo dolor. A Ingrid Betancourt la acompañé a Francia a lanzar su libro.


¿Qué siente hacia los que los rescataron?

Una eterna gratitud, no hay palabras para pagar ese gesto que tuvieron, arriesgar su vida, saber que podrían haber sido secuestrados o asesinados.



El helicóptero, en pleno rescate, visto desde el otro aparato que se mantuvo en vuelo. Se puede ver, con uniforme, a terroristas de las FARC, mientras los secuestrados y parte del equipo de rescate están de civil.

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